El pánico es un miedo contagioso, de un peligro desconocido del que no sabemos escapar, y donde buscamos refugio como sea. Frente al pánico buscamos medidas que nos protege, nos importa menos nuestra libertad personal, queremos control y seguridad.
Los criminólogos sabemos que el llamado “pánico moral” causado por un delito morboso, violento y sexual, puede crear alarma social y reclamación de medidas restrictivas. Hay ejemplos de que un solo reportaje mediático puede causar cambios legales y ampliaciones masivas en el presupuesto policial[1]. La “guerra a las drogas” de los años 1970 utilizó la sensación de enfrentarse a una plaga para endurecer el control a grupos marginados. Y la “guerra al terrorismo” nos trajo una invasión a Irak y restricciones de viaje que afectaron a todo el mundo.
No tengo duda de que existan delitos sexuales, que la droga y el terrorismo pueden matar y, por supuesto, que el coronavirus también mata. El tema de hoy es como medidas adoptadas en situaciones de pánico tienden a extenderse. Se imponen restricciones y controles que causan problemas nuevos, sin haber eliminado el fenómeno que lo justificó.
Voy a comentar como el coronavirus nos traerá tecnologías nuevas para el confinamiento y rastreo de personas.
Si quieres seguir leyendo pincha aquí para ver toda la ponencia
[1] Stanley Cohen: Moral panics and folk devils. London 1972 Traducido al español en “La nueva Criminología.”