1. Hasta hoy la arquitectura no ha expresado con sus formas sino la estabilidad, la inmovilidad, la quietud y la inercia de la muerte. La iglesia (lugar de contemplación y de oración) la casa (morada del sueño) y el monumento fúnebre resumen en sí toda la historia de la arquitectura anclada en el pasado. En el futuro ya no existirán casas ni iglesias ni cementerios. Los albañiles dejarán de cavar cimientos. Los sepultureros dejarán de cavar sepulcros. El reino de la arquitectura estática está en declive. Nosotros estrenaremos la era de la arquitectura dinámica. La Dreadnought, las locomotoras, las Aeronaves, las dínamos, los tornos mecánicos, las rotativas tipográficas y los motores de aceite pesado son los primeros ejemplares de una nueva fauna arquitectónica en los cuales nos inspiraremos para trazar las líneas de nuestras "casas en velocidad". Los hombres del futuro desecharán vivir en casas arraigadas en el suelo. Sus viviendas, dotadas de motores formidables, correrán, navegarán y volarán, reemplazando todos los medios de locomoción actuales. El nomadismo mecánico se convertirá en la regla de la vida social. Las ciudades dejarán de recogerse alrededor de sus edificios públicos, bajo la vigilancia de fortalezas-perros guardianes, como rebaños de ovejas recogidos alrededor de su pastor.
Liberadas de sus redes de calles y plazas, las casas se levantarán hacia el cielo como bandadas de pájaros, invadiendo la campiña. Impulsadas por una irresistible fuerza centrífuga, las grandes ciudades fluidas se expandirán al infinito englobando a las ciudades más pequeñas. En todo el mundo no existirán sino tres o cuatro enormes metrópolis vagantes y constantemente en guerra entre sí. La tierra, finalmente, no será sino una única ciudad aliada con Venus y Mercurio contra los habitantes de Marte.
2. En espera de que los avances de la ciencia mecánica nos permitan realizar el ideal de la casa volante, tendremos que conformarnos con una arquitectura de transición. La casa futurista será: a) independiente; b) móvil; c) desmontable; d) mecánica; e) divertida.
Las aglomeraciones estables de casas están condenadas a desaparecer. Nuestros picos vaciarán las interminables hileras de feos bloques y casuchas roñosas adosadas las unas a las otras como si quisieran rascarse mutuamente su sarna. Desaparecerán también los patios, pozos de mugre y miseria, en los que desde hace siglos confraternizan los paños sucios de los hombres, los excrementos de los gatos, las charlas de las vecinas.
Cada casa deberá rodearse de un espacio suficiente para respirar, vivir y expandirse. Las nuevas casas serán libres de desplazarse en todas las direcciones, deslizándose sobre gigantescos raíles que atravesarán el suelo de las ciudades futuras. Las villas señoriales subirán y bajarán por las laderas de las montañas en función de la estación o de la temperatura. Las casas de salud girarán alrededor de sí mismas sobre pivotes, orientando hacia el sol siempre la misma fachada, como enormes girasoles. Las ciudades fronterizas estarán construidas de manera que puedan cobijarse instantáneamente bajo bóvedas de acero subterráneas ante cualquier alarma antiaérea.
Las casas más grandes tendrán habitaciones que se puedan mover de una fachada a otra como vagones, o que suban de la planta baja al techo como amplios ascensores. Estas habitaciones, si es necesario, podrán separarse del edificio y cargarse sobre trenes especiales, o bien engancharse a la cabina de un zépelin. El dueño de la casa sólo tendrá que dar una orden antes de acostarse, en Roma, y se despertará el día siguiente, en su propia cama, en Milán, en París o en Nueva York....
Los ascensores subirán a la velocidad del rayo hasta el 100º piso. Ya no existirán las escaleras. La escalera, aburrido símbolo de lentitud y ponderación, donde el vecino gotoso se detiene cada cinco escalones para tomar aliento, la escalera, institución inútil y voluminosa como la cola del manto de una damisela, ya no tiene cabida. ¡Los toboganes y las montañas rusas cumplirán mucho mejor su función!
Los alimentos subirán automáticamente desde las cocinas a las mesas puestas. Al salir del comedor, unos chorros de colores teñirán de verde y violeta las caras y los cuerpos de los comensales. Muelles gigantes lanzarán a las señoras a 100 metros de altura, depositándolas después sanas y salvas en los brazos de sus respectivos acompañantes. En cada rincón de la casa se oirá centuplicado el eco de la gran carcajada futurista.
3. Las formas de la arquitectura moderna deben expresar la aspiración a la carrera y al vuelo. Las leyes del equilibrio impuestas al mármol, a los ladrillos y, en general, a los edificios hechos de piedras superpuestas, no valen para el hierro, el cemento armado, la fibra textil y los otros materiales de las nuevas construcciones. ¡La ingeniería moderna es un funámbulo que se ríe de todos los vértigos! Conscientes de nuestro poder, declaramos la guerra a la fuerza de gravedad.
Por consiguiente:
a) Mataremos al cubo, encarnación geométrica del peso. Es la forma cúbica la que aplasta contra el suelo los edificios de nuestras ciudades y les resta todo impulso y toda ligereza. La forma cúbica ha logrado prevalecer en la arquitectura porque en algunos casos permite aprovechar mejor el espacio y el material, pero se ha extendido de manera intolerable por mero afán de imitación o por un necio amor por la simetría. Es una auténtica obsesión hexagonal que acaba por influir peligrosamente en la psique colectiva. El cubo ha pasado a simbolizar todos los hábitos más ramplones y negligentes de nuestra vida cotidiana. El honesto cuadro medio sería capaz de no pegar ojo en toda la noche si al acostarse, antes de tomarse su manzanilla, se diera cuenta de que el techo del dormitorio no es tan perfectamente cuadrado como la inteligencia de su jefe.
Por ello, siempre que no nos lo impidan insalvables razones prácticas, nosotros nos rebelaremos a la tiranía del cubo. Construiremos casas cónicas, esféricas, icosaédricas, piramidales, poliédricas, en forma de estrella, de embudo, de espiral y, en general, casas sin ninguna forma preestablecida.
La extravagante cristalización geométrica de nuestras ciudades alegrará la cara del planeta.
Destruiremos el ritmo. El ritmo, mito patentado indispensable para las múltiples hernias del arte anclado en el pasado, no es necesario en la arquitectura. Nuestras formas dinámicas no necesitan duplicados ni contrapesos. No hay ninguna razón por la que el ala derecha de un edificio deba ser idéntica al ala izquierda.
Cada ventana, cada columna de la casa moderna debe tener su propia individualidad independiente. Nosotros ya no consentiremos que los arquitectos repitan 28 veces el mismo friso en la fachada de una villa. ¿Quién toleraría que un bellaco repitiera 28 veces la misma frase en un discurso de 5 minutos? Libertades todas, menos la de ser monótono y molesto. Paredón y silla eléctrica para todo el que viole las leyes de la Divina Variedad. ¡Muerte a todos los alineamientos! Fuera las hileras exánimes de columnas, similares a soldados austríacos sorprendidos por la muerte en la rígida postura de "firmes". Contra ellos cargaremos con bayonetas de pilares-garibaldinos, lanzados al trote hacia todas las direcciones como en el estallido de una granada. Abajo las colecciones de capiteles clásicos medievales y floridos, grotescas cestas de zanahorias aplastadas bajo el peso de los techos y de los siglos. ¡Abajo las procesiones lúgubres de arcos, espaldas de frailes que arrastran sus chanclas y se postran en adoración del barro como cejas de idiotas levantadas sobre los abismos místicos de la nada!
c) Eliminaremos la fachada, hipócrita máscara de escayola que esconde la vida misteriosa y sugestiva de las vigas y de las estructuras del edificio. Nuestras casas no tendrán fachadas o tendrán 27, lo que es lo mismo. Dejarán entrever toda la complejidad de su esqueleto y todos los relieves de su musculatura. Por donde se la mire, la casa futurista tendrá formas distintas.
4. Nosotros no construiremos la casa según un plano abstracto al que se adaptarán los hábitos y las necesidades de los vecinos. Al contrario, será la función de la casa la que determine su forma.
Cada habitación tendrá la forma particular que requiera su función. La planta de la casa no tendrá ninguna simetría preestablecida. Las habitaciones de la casa dinámica se atraerán, se rechazarán, jugarán a perseguirse, se retirarán, se compenetrarán, se proyectarán fuera de la pared con excrecencias y cristalizaciones de vidrieras, impulsadas por una sed invencible de movimiento, de aire y de luz. Cada fachada de la casa será un campo de batalla en el que las espirales estrangularán las rectas, los ángulos reventarán las circunferencias, las líneas oblicuas cortarán como sables las horizontales, las verticales arrastrarán todo el edificio, en una aspiración frenética hacia las nubes y las estrellas. Y de las abiertas llagas geométricas el color sangrará chillando como una cigarra desesperada bajo el "knock-out" terrible del Sol. LA ARMONIA DEL ESTILO FUTURISTA SERA LA SINTESIS DE MIL DISONANCIAS.
El arte decorativo, los muebles y la decoración interna de la casa futurista estarán inspirados en el dinamismo de la arquitectura. Nosotros borraremos de las paredes de nuestras habitaciones cualquier huella o recuerdo del pasado. Los armarios prehistóricos, las cómodas monumentales, los artesonados, las alfombras persas, los bituminosos cuadros al óleo, las acuarelas deslavazadas, las macabras calcografías, las fotografías amarillentas, las panoplias oxidadas, los minuciosos arabescos, las chucherías rococó, los azulejos, los mosaicos, las taraceas, los encajes de bolillos, los objetos de vidrio de Murano, las porcelanas de Sèvres, los tapices, las cortinas, los jarrones chinos, los objetos en falso estilo japonés, los desechos de los zocos turcos, los exotismos, los objetos de metal galvanizado en estilo asiático bizantino o medieval, las ñoñerías clásicas, las forunculosis del XVII, las cursilerías del XVIII, las pompas fúnebres de estilo imperio, las rígidas estilizaciones florales, la torpe preñez del nuevo estilo teutónico, las 'luiscatorcerías', las 'luisquincerías', las 'luisdieciseirías', todos estos inmundos y malolientes trastos de chamarileros que los siglos han acumulado con el polvo y la polilla de nuestros pisos antiguos serán barridos por nosotros sin piedad y devorados por un pirotécnico incendio de líneas. Estamos hartos de vegetar en casas que apestan por el aliento de 100 generaciones. De ahora en adelante no comeremos, ni dormiremos, ni nos aparearemos sino en casas diseñadas a imagen y semejanza de nuestros cerebros.
Niza, 19 de agosto de 1919
"Roma Futurista", a. III, n° 81-82, 25 de abril, 2 de mayo de 1920
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