El Departamento de Historia y su actividad investigadora
"El enigma del pasado nos reclama que lo releamos constantemente. El futuro del pasado depende de ello."
(Carlos Fuentes, Geografía de la novela)
Las investigaciones que se desarrollan en el Departamento de Historia se fundamentan en tres principios metodológicos. El primero, la exigencia teórica como soporte epistemológico para desplegar un conocimiento científico. El maestro Pierre Vilar lo sintetizó de modo didáctico: “las fuentes históricas no hablan por sí solas, si no se las interroga”. Para efectuar esas preguntas, se requiere un armazón teórico que relacione y escudriñe en los distintos factores que mueven los procesos sociales a lo largo del tiempo. En segundo lugar, en el Departamento de Historia se investiga desde la pluralidad interpretativa y con la constante actualización historiográfica como norma de trabajo. Por último, el tercer principio se refiere al rigor empírico como base imprescindible para establecer la verificación de los distintos procesos históricos y para contrastar las fuentes de modo que se construya un conocimiento cuya objetividad rompa con inercias ideológicas o mitificaciones de cualquier otro tipo.
Es obligatoria, por tanto, la ascesis de cada fuente histórica de tal modo que se transfigure la erudición clásica para alcanzar unas nuevas relaciones entre el documento (de cualquier tipo) y el conocimiento histórico con rango científico. Ahí radica el eje del oficio del historiador. Al historiador corresponde como experto escucharlo todo, aunque es previo que defina su lugar, su tarea y su relación en la sociedad, a sabiendas de los mitos, prejuicios y deformaciones de la memoria que lo condicionan y que, por otra parte, también contribuye a formar. Lógicamente se requiere un profundo sentido crítico como parte del oficio de modo que la ciencia histórica contribuya a construir una memoria libremente elegida, abierta a otras solidaridades que no sean las que nos han marcado los lugares nacionales desde el siglo XIX. En los inicios del siglo XXI, es legítimo reclamar el compromiso de la ciencia histórica con la construcción de caminos para la libertad y la tolerancia.
En definitiva, es legítimo proclamar el carácter imprescindible del saber histórico como práctica social y ética, no para maldecir el pasado ni para predecir el futuro, porque es una exigencia de identificación humana y también una tarea crítica que permite comprender cada fenómeno social y desmontar las fetichizaciones del pasado. Por lo demás, la ciencia histórica elabora sus trabajos desde su inserción en las preguntas de cada época, en sintonía con las demandas sociales, porque hay necesidad de historia en cada sociedad.
Juan Sisinio Pérez Garzón