La Arquitectura como todo hecho de creación responde a un modelo previo, una idea que conforma globalmente el edificio, pero al contrario que el resto de las Artes, su arraigo al lugar, al territorio concreto donde se asienta es tan fuerte, que sólo de la atención a este es posible comprender su conformación y esto no significa sumisión sino toma en consideración.
Dos líneas divergentes aparecen desde el comienzo de la Arquitectura, una de referentes más abstractos donde la naturaleza es elaborada y transformada en un símbolo, donde pueden más las referencias geométricas y conceptuales, que las puramente visuales y cuyo paradigma serían las pirámides o el templo griego y la otra más arraigada a los aspectos formales y matéricos que harían referencia a la cabaña y a la casa patio con formas más sensibles de aproximación a la idea del cobijo, la cueva o el bosque. Y esta doble mirada aparece en todas las culturas, el menhir frente al dolmen, el zigurat frente al recinto.
Es la doble componente del ser humano, la mirada hacia delante y hacia atrás, hacia el universo y hacia la tierra. Esa capacidad de abstraer y buscar leyes generales que nos abren caminos hacia el futuro y esa necesidad de buscar en el pasado y en nuestro propio interior, unas referencias que avalen nuestra existencia.
Y en la Arquitectura de forma nítida se refleja el pensamiento de la humanidad, su carácter de necesidad, su capacidad simbólica, su dimensión y su perdurabilidad, la hacen portadora de las intenciones-aspiraciones de la humanidad, pero así como el pensamiento y los escritos que los recogen, la pintura y la escultura van más allá de un lugar, la Arquitectura pertenece de forma inequívoca a un lugar concreto y al formar parte de él lo transforma, se convierte ella en referente de ese lugar.
De esta forma, tiempo y lugar se convierten en dimensiones propias de la Arquitectura, cada hecho acaecido, cada traza realizada forma parte de las sucesivas intervenciones.
Desvelar un lugar, encontrar en él las referencias que hacen de él ese y no otro es deducir de sus presencias y sus ausencias el carácter que puede tener y así saber como una nueva construcción puede completarlo, contradecirlo o modificarlo será una de las labores fundamentales del Arquitecto, en la temerosa seguridad, de que su intervención formará parte de él, para potenciarlo y añadir un nuevo referente o para coartar su posible desarrollo.
Como un explorador analizando una carta geográfica presuponiendo a través de los signos, montes, ríos, traza, el camino para llegar al lugar que busca.
Hacer arquitectura se asemeja más a la labor de un investigador que a la de un inventor, a través de aproximaciones sucesivas va encontrando las soluciones al problema planteado, descubrir de las mil alternativas cual es la idónea en ese tiempo y en ese lugar, sería la labor fundamental del Arquitecto.
Forma, función, sistemas constructivos y eso que podríamos llamar el “genio del lugar” sería las componentes fundamentales para hacer Arquitectura.
La búsqueda de los tipos que responden adecuadamente a las funciones, será siempre una de las premisas, pero la función no sólo tiene sus componentes físicos que nos hablan de dimensiones, forma y luz tiene además una componente simbólica, ineludible, que caracteriza los tiempos, unos sistemas de valores genéricos da la sociedad que influirá en el aspecto, pero además quiere ser siempre inevitablemente un referente en el futuro, esa aspiración de traspasar el espacio temporal, es inherente a la obra de Arte.
Estas cuestiones de carácter general, se convierten en presencias ineludibles cuando hay que trabajar en lugares concretos de gran carga histórica o en temas de gran carga simbólica y belleza singular, donde se han producido, transformaciones territoriales y constructivas a lo largo de la historia.
No se puede pensar en la ciudad de Toledo, sin asumir los parámetros singulares que la Ciudad tiene, su enclave, su historia, sus construcciones, sus transformaciones y destrucciones, la forma especial de entrar la luz a través de las geometrías y materias que lo construyen. La forma de resonar los sonidos, los rumores, el movimiento de los pájaros, su singular forma de aunar lo artificial y lo natural, esa ciudad que más bien parece excavada en lo natural que construido sobre ella.
O quién puede escapar a la serenidad de un meandro del río a su llegada al mar con la silueta de Pontevedra al otro lado, y en el caso de Zamora a las mimbreras que jalonan el Duero con la imagen presente de la ciudad en la otra ribera, cuando además el nuevo edificio se asienta en los restos de un antiguo Convento Franciscano.
Apropiarse del lugar, hacerlo formar parte del hecho construido, completar con la nueva Arquitectura el lugar existente. Potenciar sus posibilidades a veces no evidentes, sería una labor fundamental, como lo hace el Templo que corona la Acrópolis, hasta el monstruoso pez de Gehry que surge del Nervión.
Pero también la Arquitectura puede hacer referencia a lugares que ni siquiera existen. Un objeto abstracto que intenta recrear los lugares a los que hace referencia, Arquitectura deviene en escultura habitable, lógicamente ensimismada, ningún referente es posible, ni siquiera el del tiempo pues su vida puede ser efímera o es la propia Arquitectura la que tiene que crear el lugar en un crecimiento periférico desarticulado, no referenciado a las trazas de lugar.
Toledo año 2010 - Manuel de las Casas
Catedrático de Proyectos Arquitectónicos