El sitio web de la UCLM utiliza cookies propias y de terceros con fines técnicos y de análisis, pero no recaba ni cede datos de carácter personal de los usuarios. Sin embargo, puede haber enlaces a sitios web de terceros, con políticas de cookies distintas a la de la UCLM, que usted podrá aceptar o no cuando acceda a ellos.

Puede obtener más información en la Política de cookies. Aceptar

Menos motivación externa y más disciplina interna: el secreto del éxito en la universidad

17/04/2023
Compartir:  logotipo Twitter

Menos motivación externa y más disciplina interna: el secreto del éxito en la universidad

17/04/2023

Consoli Quintana Rojo, Universidad de Castilla-La Mancha

En los estudios o el trabajo, la disciplina es un hábito de compromiso y autocontrol, que unido a la personalidad y al comportamiento, nos puede llevar a conseguir nuestros objetivos.

Según la primera acepción de la Real Academia Española, “hábito” es el “modo especial de proceder o conducirse adquirido por repetición de actos iguales o semejantes, u originado por tendencias instintivas”.

Un impulso interno, no impuesto

Estudios científicos demuestran que el estudiante aprende más cuanto más motivado está. Sin embargo, esta motivación no tiene por qué depender de un factor externo: debemos interiorizar qué es lo que se supone que queremos hacer y lo que hemos decidido hacer. Es esta motivación intrínseca, acompañada de la experiencia de libertad y autonomía, la que más cuenta, no la derivada de la presión y control por parte del profesorado.

Un estudio reciente en la Universidad de Huelva sobre una muestra de 938 estudiantes universitarios indicó que los alumnos “estudian para tener un futuro mejor, una vida segura, para ser competentes en su tarea y ganar dinero, para tener éxito en la vida y también para saber… en menor medida, estudian para poder ayudar a otros, por responsabilidad social, para integrarse en la sociedad y promover la justicia, para comprender el mundo, para desarrollar su creatividad y para mejorar la confianza en sí mismos”.

¿Por qué hemos decidido estudiar?

Para entender por qué nos cuesta mantener la disciplina y combatir la pereza, es útil hacernos preguntas como:

  1. ¿Por qué estoy estudiando una carrera universitaria realmente?

  2. ¿Qué me ha movido a matricularme?

  3. ¿Estoy haciendo lo que se supone aceptado por la sociedad o lo que me han aconsejado?

  4. ¿Qué es lo que quiero aprender?

Algunos autores definen a la Generación Z (aquellas personas nacidas con la creación de internet, entre 1994 y 2009) como la generación de la inmediatez.

Frente a esa inmediatez en que se mueven nuestras vidas, y a las distracciones e impedimentos diarios que nos alejan de la consecución de nuestros objetivos, puede ser más fácil caer en el conformismo o el victimismo que encontrar la fuerza para ser dueños de nuestros actos.

Tener en cuenta que la disciplina ha de ser ejercitada para fortalecerse, y rechazar la idea de abandonar a la primera de cambio son cuestiones clave.

La importancia del título

Una carrera universitaria es algo a largo plazo, por eso hay que tener paciencia. No basta con querer: hay que dedicarle horas de estudio, mucha constancia y enfoque. Aunque quizá convenga recordar que el título de graduado, magíster o doctor no es lo más importante.

Aún admitiendo que puede ser un factor para optar por puestos mejor pagados, y que aún no existe posibilidad de medir todo el conocimiento que una persona acapara en una entrevista de trabajo. Mientras hay estudios que indican que la mayoría de los empleos serán para quienes tengan una educación superior, el objetivo no debe hacernos olvidar el proceso. Es el camino hasta obtener el título lo que nos convertirá en la persona que lleguemos a ser, y nos permitirá desarrollar habilidades, actitudes y aptitudes, además de conocer a una gran variedad de personas.

No caer en los extremos

Cada cosa que hagamos y que no hagamos tiene un impacto a corto, medio y largo plazo. No siempre hay que hacer las cosas porque nos apetezca; sino que deberíamos hacerlas simplemente porque tenemos que hacerlas, siempre cuestionando si estas decisiones nos acercan a nuestros objetivos planteados.

Pedirse más y ser exigente con uno mismo no tiene por qué suponer competir con los demás compañeros, sino con uno mismo. No se trata de una rigidez extrema: un excesivo autocontrol puede llevar a volvernos menos espontáneos, flexibles, o creativos y también a sufrir más estrés del necesario.

Cómo recuperar la inspiración

Todos nos podemos sentir perdidos en algún momento de nuestras vidas y perder el ritmo y la disciplina. Sin embargo, existen algunos mecanismos para volver a recuperarla. Se trata de encontrar el que se adecúe más a nuestra personalidad:

  1. El impulso emocional. Identificar cuáles son las emociones que me están impidiendo llegar a conseguir mi meta: frustración, miedo, culpa… Y cuáles son las que sentía en el momento en que me matriculé y comencé mi primer día de clase: alegría, esperanza, triunfo, satisfacción… y utilizar estas últimas emociones de impulso.

  2. Tener referencias, preguntar a aquellos que ya han pasado por nuestra misma situación, como tutores o profesores.

  3. Realizar ejercicio físico.

  4. No negar la situación, sino afrontarla.

  5. Leer también puede hacernos cambiar la perspectiva, puede inspirarnos.

  6. Animarse con los compañeros.

  7. Organizar el día, planificar, priorizar; a veces pensamos que tenemos falta de tiempo, cuando en realidad es una falta de planificación.

La disciplina no es un sacrificio, sino una decisión personal. Y un aspecto a tener en cuenta es que “para toda disciplina existe una recompensa múltiple”, como decía el emprendedor estadounidense Jim Rohn.The Conversation

Consoli Quintana Rojo, Doctora en Economía y Empresa. Profesora e investigadora del área de Economía Aplicada de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de Ciudad Real, Universidad de Castilla-La Mancha

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

Volver