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Trump no solo está rompiendo el orden económico: el impacto medioambiental de sus políticas

24/04/2025
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Trump no solo está rompiendo el orden económico: el impacto medioambiental de sus políticas

24/04/2025

María Ángeles Tobarra Gómez, Universidad de Castilla-La Mancha; Carmen Córcoles Fuentes, Universidad de Castilla-La Mancha; Marina Sánchez-Serrano, Universidad de Castilla-La Mancha y Pilar Osorio Morallón, Universidad Rey Juan Carlos

Disrupción por todas partes. El inicio del segundo mandato de Donald Trump en Estados Unidos está poniendo patas arriba casi todos los aspectos imaginables: comercio, geopolítica, seguridad social, sanidad, educación, ciencia… Y enterrado entre tantas noticias, el desmantelamiento de las políticas energéticas estadounidenses encaminadas a la reducción de emisiones corre el peligro de pasar desapercibido.

Mientras que la Unión Europea (UE) se sigue esforzando en cumplir sus objetivos (aunque con reducida ambición en los últimos meses, véase el decreto Ómnibus, que incluye simplificación burocrática), la Administración Trump parece moverse en dirección contraria.

¿Qué impacto pueden tener las políticas de Trump en las emisiones de CO₂ y en la lucha contra el cambio climático?

Más carbón

Frente a la comunidad científica y organismos internacionales que advierten de la necesidad de intensificar las políticas climáticas, indicando que las medidas adoptadas son insuficientes para alcanzar los objetivos de reducción de emisiones para 2030 y 2050, la Administración Trump adopta un discurso negacionista y pone freno a las políticas ambientales.

Señalando la lucha contra el cambio climático como una “ideología” que perjudica a los EE. UU., Trump ha eliminado normativas medioambientales, ha suprimido la financiación para investigadores, e incluso ha atacado las políticas “verdes” de ciertos estados.

Una vez más, Trump ha vuelto a retirar a EE. UU. del Acuerdo de París (como ya sucedió en su anterior mandato), ha dado pasos para fomentar la producción de petróleo y gas (que espera vender a la UE) y, desde hace unos días, ha firmado cuatro órdenes ejecutivas para aumentar el uso de carbón para generar electricidad.

Gráficos de consumo de carbón
Tendencias en el consumo de carbón. Los autores, a partir de datos de U.S. Energy Information Administration y de la Agencia Internacional de la Energía, CC BY-SA

Antes de Trump: tendencia a la reducción

Si miramos las tendencias de emisiones de CO₂ a nivel mundial, según estudios recientes como los del proyecto europeo TWIN SEEDS, observamos que se ha producido un aumento de la huella de carbono del 65 % entre 1995 y 2018, destacando EE. UU. como el segundo país que más emisiones genera, sólo superado por China en los últimos años.

La huella de carbono son las emisiones liberadas para producir los bienes y servicios que se consumen en un país y que incluye las emisiones en su territorio más las asociadas a los productos que importa para producir o consumir directamente. Aun así, los EE. UU. han reducido su impacto tanto como productores como, sobre todo, como consumidores desde la crisis de 2008, aunque menos que la UE.

Esto se debe, por una parte, a una importantísima caída de más del 40 % desde 1995 de la intensidad de las emisiones (cuánto se emite, a lo largo de toda la cadena global del valor, por millón de dólares de bienes producidos) en su parte doméstica (dentro de EE. UU.) y, por otra parte, al reducidísimo crecimiento de la parte importada (emisiones incorporadas en los bienes demandados procedentes del extranjero).

Es decir, el aumento en el peso de las energías no fósiles y la mayor eficiencia han permitido que los EE. UU. contribuyan a esa reducción de emisiones pese al aumento de su demanda y su mayor dependencia de bienes intermedios del resto del mundo, sobre todo, de China.

¿Qué va a ocurrir con las emisiones?

Pese a su interés en lo contrario, los cambios introducidos por Trump pueden generar un efecto neutro e incluso de reducción de las emisiones, dependiendo de qué factores terminen predominando. Por un lado, sus políticas de penalización de energía renovables y fomento de las fósiles sólo pueden llevar a un aumento de emisiones dentro de su propio territorio.

La Agencia Internacional de la Energía había previsto una caída en la demanda de carbón en EE. UU., pero en este nuevo panorama, se podría observar un aumento del carbón, en detrimento de otras fuentes de energía como el gas (que emite un 50 % menos que el carbón) o las renovables. En este contexto, el aumento de la demanda de electricidad para alimentar los centros de inteligencia artificial y criptomonedas será atendido con un mix más contaminante. Y la reducción neta de emisiones del aumento de coches eléctricos también será inferior.

Sin embargo, algunas de sus otras políticas podrían reducir las emisiones. Por un lado, porque, tal y como nos mostró la covid-19, una caída de la demanda es el elemento más rápido para reducir las emisiones. Esto es lo que puede ocurrir en EE. UU. si la política económica de Trump reduce el crecimiento, como ya empiezan a pronosticar diferentes fuentes. Sin embargo, el efecto de aumento de las intensidades de emisión tiene más efecto a largo plazo.

Por otro lado, el impacto sobre la huella de carbono de EE. UU. dependerá de cómo se reorganice el comercio. Si los aranceles llevan a una reestructuración al menos parcial de las cadenas globales de valor, la huella de carbono de EE. UU. podría teóricamente reducirse. Esto es lo que pasará si se sustituyen importaciones procedentes de China u otros países del este asiático por producción doméstica estadounidense o por importaciones desde la UE. Pero también podría aumentar su huella, si se sustituyen importaciones procedentes de la UE por producción doméstica estadounidense, que es más contaminante y puede serlo más en el futuro por las políticas de Trump.

Por ejemplo, dentro del proyecto TWIN SEEDS, estimamos que con aranceles del 25 % al acero y aluminio, del 25 % a Canadá y México, 15 % a la UE y 20 % a China, la huella de carbono de los hogares de EE. UU. aumentaría un 1,2 %. Pero estas estimaciones no tienen en cuenta la posible caída de la demanda si se reduce el crecimiento del país.

Y mientras, en el resto del mundo…

En el caso de la UE, las políticas medioambientales de Trump pueden implicar que los productos estadounidenses sean menos “adecuados” para consumidores y empresas, incluso sin considerar sus aranceles. Dos políticas europeas pueden influir. La primera es el impuesto al carbono en frontera (Carbon Border Adjustment Mechanism, CBAM), aunque este se aplica a un reducido grupo de productos por el momento. Si el contenido en CO₂ (directo o indirecto) de los bienes estadounidenses aumenta por el mayor uso de carbón, su precio puede aumentar.

La segunda es la directiva de diligencia debida europea, que obliga a ciertas empresas (de momento, a las más grandes) a responsabilizarse de las emisiones que generan, no solo directamente en sus procesos productivos, sino también indirectamente a través de toda su cadena global de valor.

Estos efectos pueden ralentizarse debido a la incertidumbre inherente a las políticas planteadas, pero claramente van en contra de la lucha contra el cambio climático y eso tiene costes monetarios y humanos que no solo afectarán a EE. UU., porque el cambio climático es un fenómeno global.The Conversation

María Ángeles Tobarra Gómez, Profesora Titular de Fundamentos del Análisis Económico, Universidad de Castilla-La Mancha; Carmen Córcoles Fuentes, Profesora Titular de Universidad, Área de Fundamentos del Análisis Económico, Departamento de Análisis Económico y Finanzas, Universidad de Castilla-La Mancha, Universidad de Castilla-La Mancha; Marina Sánchez-Serrano, Investigadora predoctoral. Fundamentos del Análisis Económico, Universidad de Castilla-La Mancha, Universidad de Castilla-La Mancha y Pilar Osorio Morallón, Assistant Professor, Universidad Rey Juan Carlos

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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